lunes, 6 de agosto de 2012
Acreditación en Perú: Precisiones (2)
Acabo de leer el artículo central del Boletín informativo institucional de la Asamblea Nacional de Rectores, correspondiente a julio de este año.
El artículo ha sido titulado "La acreditación: fundamentos, evaluación e intencionalidad" y figura como autor de éste, el Rector de la Universidad Alas Peruanas.
Transcribiré textualmente algunos párrafos de la nota (en cursiva) y añadiré (en azul) algunas precisiones que considero necesarias.
"Atrás han quedado las discusiones sobre lo qué es la calidad y las antagónicas posiciones sobre si las funciones universitarias debieran tener como objetivos sólo el incremento del saber o si se deberían tender puentes con la sociedad para participar en la solución de sus necesidades."
Que en algún momento haya tenido lugar esta discusión da cuenta de un grave error de enfoque en quienes defendían el argumento de la universidad como aislado laboratorio de producción de conocimientos. Resulta contundentemente claro el rol social de la universidad como entidad de formación al más alto nivel académico, y es que, si no es para enrumbar el desarrollo de la sociedad ¿para qué existe entonces, la universidad?
Pero, por otro lado, y particularmente en nuestro país, 'la participación de la universidad en la solución de sus necesidades' se ha concentrado en ofertas formativas que tienden a la especialización de las profesiones desde el pregrado, perdiendo -la universidad- capacidad de investigación (las que alguna vez la tuvieron) o dando paso a universidades puramente 'formadoras'.
"La acreditación es un proceso de evaluación llevada a cabo, generalmente, por una agencia externa a la institución educativa para garantizar la calidad de ella, de sus programas o dependencias, etc., así como reconocer la eficacia educativa del programa, dependencia o de la institución acreditada."
Quizá se trate de un error de redacción, pero tomando el texto tal cual ha sido publicado discrepo con la definición de 'acreditación' como 'evaluación' puesto que la 'acreditación' en sí misma es un reconocimiento público respecto a logro de un determinado nivel de calidad; este reconocimiento se otorga tras el resultado de, básicamente, dos evaluaciones: una evaluación llevada a cabo por la institución que postula a la acreditación (autoevaluación) y una evaluación llevada a cabo por la agencia acreditadora o por una agencia evaluadora previamente autorizada por la agencia acreditadora (evaluación externa) esta segunda evaluación se realiza para constatar y complementar los resultados obtenidos en la autoevaluación.
¿Puede otorgarse acreditación sin evaluación previa? No. Pero eso no implica que la acreditación sea la evaluación.
Haciendo un paralelo entre acreditación y titulación o licenciatura, no podríamos afirmar que ésta última es un 'proceso formativo' sino que es un reconocimiento formal de que el proceso formativo llevado por una persona ha logrado los objetivos propios del programa respectivo.
¿Puede otorgarse un título o una licencia sin proceso formativo previo? No. Pero eso no implica que el título o la licencia sea el proceso formativo.
"Cuando se hace el seguimiento al proceso de enseñanza aprendizaje, el objetivo es conocer cómo se van transformando dichos procesos; para ello sirven los indicadores, que permiten calificar conceptos y establecer comparaciones entre ellos, pero lo importante no es mejorar el indicador sino el resultado."
Si bien la preocupación por la calidad se inicia en el sector industrial (los enfoques clásicos) luego es irradiada a otros sectores entre los que tenemos salud y educación. El cambio sustancial de escenario radica en el objeto de calidad: pasamos de evaluar un producto a evaluar un servicio (la educación es un servicio). Aquí radica el origen de la dificultad metodológica en la evaluación de la calidad educativa.
La tecnología para la evaluación de la calidad ha evolucionado en lo referido a evaluación de productos, mucha de esta tecnología ha pretendido ser adoptada cuando de evaluar servicios se trata, con resultados poco auspiciosos.
La operacionalización de las cualidades a evaluar y la creación de indicadores (por lo general cuantitativos) son actividades adoptadas de la evaluación de productos.
Resulta lógico asumir que, si el proceso de elaboración de un producto -siguiendo una determinada secuencia de acciones- toma una determinada cantidad de tiempo, repetir el proceso (con la misma secuencia) tomará la misma cantidad de tiempo. Así, las desviaciones a esa cifra (tiempo) evidenciarán problemas en el proceso afectando la calidad del producto.
La aplicación de esta lógica a la educación se aprecia en indicadores como el 'tiempo de formación' que consiste en calcular el porcentaje de estudiantes (respecto del total) que culminan la formación en el tiempo programado en el curriculo. El porcentaje de desviaciones indicaría problemas en el proceso que afectarían el nivel de calidad del programa formativo.
Otra aplicación es el indicador 'titulados por tesis' por el que se obtiene el porcentaje de egresados (respecto del total) que obtienen el título o la licenciatura a través de la sustentación de tesis. Se supone que mientras el indicador sea más cercano a 100%, mayor será el nivel de calidad del programa (sólo en lo referente a este aspecto)
Una estructura de evaluación de la calidad basada en indicadores cuantitativos es fácilmente "maquillable" lo que supone poner al programa evaluado en función de los niveles óptimos que requiere el modelo de evaluación respecto a los indicadores que ha creado.
En los ejemplos citados, este "maquillaje" estaría dado por aumentar el resultado de ambos indicadores, probablemente disminuyendo las exigencias para que los estudiantes logren aprobar las asignaturas (evitando que se retrasen respecto al tiempo que les debe tomar culminar la formación) y, por otro lado, la exigencia de titulación por tesis aumentaría (en desmedro de otras modalidades) pero los requisitos para presentarla y sustentarla se tornarían menos exigentes.
Es por eso que en el proceso de mejora de la calidad, las acciones a ejecutar no deben estar en función de los indicadores de evaluación, si no, de los factores que intervienen tácitamente en los resultados de éstos.
Un modelo de evaluación de la calidad que otorgue libertad a las instituciones para demostrar el nivel en el que se encuentran (en función de lineamientos generales en vez de indicadores puntuales) tendrá mayor probabilidad de generar, en los miembros de la institución, una cultura de mejora continua.
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